EL PAPA FRANCISCO ENTREGÓ EL PREMIO RATZINGER 2022 AL PADRE FÉDOU Y AL PROFESOR WEILER

POR LUCA CARUSO

Premio Ratzinger 2022

Ciudad del Vaticano, 1° de diciembre de 2022 – “Me complace presidir nuevamente este año la ceremonia de entrega del Premio. Como saben, a mí no me faltan los momentos de encuentro personal, fraterno y afectuoso con el Papa emérito. Además, todos sentimos su presencia espiritual y su acompañamiento en la oración por toda la Iglesia: esos ojos contemplativos que siempre muestra. Pero esta ocasión es importante para reafirmar que también la contribución de su obra teológica y, más en general, de su pensamiento sigue siendo fecunda y operante”, fueron las primeras palabras del discurso pronunciado esta mañana por el Papa Francisco con ocasión de la audiencia concedida a la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI con motivo de la entrega del Premio Ratzinger, en su decimosegunda edición, que tuvo lugar en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, en el Vaticano.

Con el prestigioso reconocimiento este año fueron galardonados el padre Michel Fédou, biblista francés, y el profesor Joseph Halevi Horowitz Weiler, jurista judío. Sus perfiles académicos fueron presentados por el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente emérito del Pontificio Consejo de la Cultura y miembro del Comité Científico de la Fundación.

 

El profesor Michel Fédou, sacerdote jesuita, nació en Lyon, Francia, en 1952. Desde 1987 es profesor de Teología dogmática y de Patrística en el Centre Sèvres de los jesuitas en París; también ha sido decano de la Facultad de Teología y presidente del mismo Centro. Es miembro de los consejos de varias asociaciones teológicas y comisiones para el diálogo ecuménico con los luteranos y los ortodoxos. Es autor de numerosas obras, sobre todo en el campo de la patrística y de la cristología.

El profesor Joseph H. H. Weiler nació en 1951 en Johannesburgo, Sudáfrica. Es profesor de Derecho en numerosas universidades e institutos de estudios jurídicos en los Estados Unidos (Nueva York y Harvard, entre otros), y también en Gran Bretaña y en varias partes del mundo. Fue presidente del Instituto Universitario Europeo de Florencia. Es autor de numerosas obras de derecho constitucional, internacional, europeo y de derechos humanos. De religión judía, es conocido por haber defendido a Italia en la Corte de justicia europea en el caso del crucifijo en las escuelas. Recibió un título honoris causa de la Catholic University of America.

 

En su saludo al Papa, el padre Federico Lombardi, presidente de la Fundación Ratzinger, destacó que “en virtud de nuestra misión, seguimos inspirándonos en el pensamiento y en las orientaciones de Benedicto XVI, no para permanecer atados al pasado, sino para demostrar su fecundidad para el camino de la Iglesia en el contexto de la cultura y de los problemas de nuestro tiempo”. Se trata, por tanto, de “un servicio que quiere insertarse positivamente en la dinámica que caracteriza su actual pontificado, contribuyendo a la reforma continua de la Iglesia en la estela trazada por el Concilio Vaticano II, de cuya apertura conmemoramos recientemente el 60° aniversario”.

“A ello apuntan las iniciativas que promovemos – prosiguió el padre Lombardi –, las becas de estudio que asignamos, los premios que entregamos, colaborando con diversas universidades pontificias, católicas y estatales – varias de las cuales están representadas en esta circunstancia –, y con otras instituciones culturales y fundaciones de varias partes del mundo. Se dedica una atención particular a cultivar la relación de diálogo entre la razón y la fe, característica del pensamiento del Papa emérito, esencial para mantener viva la presencia de la Iglesia en la cultura del mundo contemporáneo”.

Deteniéndose en los “estudiosos autorizados” que recibieron el reconocimiento, el padre Lombardi resaltó que “enriquecen y amplían el ya numeroso grupo de los que han sido galardonados con el Premio, que ahora incluye a 26 personalidades de 16 países de los 5 continentes. Se trata de estudiosos de muchas disciplinas diferentes, que van desde los estudios bíblicos a los estudios de teología histórica y dogmática, a la filosofía y las ciencias sociales, y a las artes, como la música y la arquitectura. En un espíritu ecuménico, pertenecen a diferentes confesiones: no son solo católicos, sino también ortodoxos, anglicanos, luteranos. Una amplia gama, que corresponde perfectamente al espíritu abierto y a la amplitud de la cultura y de los intereses de Joseph Ratzinger”.

Este año, observó el presidente de la Fundación, “mientras la presencia entre nosotros del padre Michel Fédou confirma nuestra vocación originaria de promoción de los estudios teológicos, la presencia del profesor Joseph Weiler da testimonio de la voluntad de ampliar continuamente la comunidad de premiados. Galardonándolo a él, premiamos por primera vez a un insigne estudioso de religión judía, eminente estudioso de las disciplinas jurídicas. Nos complace particularmente que en esta ocasión lo acompañen en la sala varios de sus familiares y amigos y representantes de la comunidad judía romana e italiana”. “Además del significado que tiene en nombre de la cultura, de la ciencia y del arte, este encuentro con usted esta mañana, Santo Padre, quiere por tanto tener un significado profundo en nombre de la fraternidad y de la amistad sincera y profunda entre judíos y cristianos”, concluyó el padre Lombardi.

 

En su discurso, el Papa Francisco recordó la reciente conmemoración del 60° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. “Como sabemos, Benedicto XVI participó personalmente como experto y desempeñó un rol importante en la génesis de algunos documentos; y luego fue llamado a guiar a la comunidad eclesial en su aplicación, al lado de San Juan Pablo II y como Pastor de la Iglesia universal. Él nos ha ayudado a leer en profundidad los documentos conciliares, proponiéndonos una ‘hermenéutica de la reforma y de la continuidad’. Mucho más recientemente ha querido resaltar cómo el Concilio ejerce de manera duradera su función crucial, ya que nos ha dado las orientaciones necesarias para reformular la cuestión central de la naturaleza y de la misión de la Iglesia en nuestro tiempo”.

“Además del magisterio pontificio del Papa Benedicto, sus aportes teológicos se ofrecen una vez más a nuestra reflexión gracias a la publicación de la Opera Omnia, cuya edición alemana está ya casi terminada, mientras que las ediciones en otros idiomas continúan avanzando – continuó el Pontífice –. Estos aportes nos ofrecen una sólida base teológica para el camino de la Iglesia: una Iglesia ‘viva’, que él nos ha enseñado a ver y a vivir como comunión, y que está en camino – en ‘sínodo’ – guiada por el Espíritu del Señor, siempre abierta a la misión de anunciar el Evangelio y de servir al mundo en el que vive”.

“En esta perspectiva – observó el Papa Francisco – se sitúa el servicio de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, con la convicción de que su magisterio y su pensamiento no están dirigidos hacia el pasado, sino que son fecundos para el futuro, para la aplicación del Concilio y para el diálogo entre la Iglesia y el mundo de hoy en los campos más actuales y debatidos, como la ecología integral, los derechos humanos y el encuentro entre las diferentes culturas. Aprovecho esta ocasión para alentar también la colaboración con las Fundaciones vaticanas que llevan el nombre del Beato Juan Pablo I y de San Juan Pablo II, para que la memoria y la vitalidad del mensaje de estos tres Pontífices sean promovidas en unión de intenciones en la comunidad eclesial”.

Dirigiendo su mirada a los premiados, el Papa destacó que “hoy estamos reunidos para otorgar a dos eminentes personalidades un reconocimiento por la notable labor que han realizado en sus respectivos campos de estudio y enseñanza. Son dos campos diferentes, pero ambos han sido cultivados por Joseph Ratzinger y son considerados por él de vital importancia”.

El padre Michel Fédou “es un maestro de la teología cristiana. En su vida, dedicada al estudio y la enseñanza, ha profundizado en particular en las obras de los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente, y en el desarrollo de la cristología a lo largo de los siglos. Pero su mirada no se ha encerrado en el pasado. El conocimiento de la tradición de la fe ha alimentado en él un pensamiento vivo, que ha sabido afrontar también temas actuales en el campo del ecumenismo y en el de las relaciones con las otras religiones. En él reconocemos y le rendimos homenaje a un valioso heredero y continuador de la gran tradición de la teología francesa, que le ha dado a la Iglesia maestros de la talla del Padre Henri De Lubac y sólidas y valientes empresas culturales como Sources Chrétiennes, cuya publicación comenzó hace ochenta años. Sin el aporte de esta teología francesa, no habría sido posible la riqueza, la profundidad y la amplitud de la reflexión que alimentó el Concilio Vaticano II, y debemos esperar que siga dando frutos para su aplicación a largo plazo”.

El profesor Joseph Weiler “es la primera personalidad de religión judía a la cual le es otorgado el Premio Ratzinger, que hasta ahora había sido otorgado a estudiosos pertenecientes a diversas confesiones cristianas. Me alegro verdaderamente. En un momento difícil, en el que esto había sido puesto en duda, el Papa Benedicto afirmó con determinación y orgullo que «desde el principio, un objetivo de su trabajo teológico personal había sido compartir y promover todos los pasos de reconciliación entre cristianos y judíos que se han dado a partir del Concilio». Las ocasiones en que llevó a cabo este propósito durante su pontificado fueron muchas; no hay necesidad de enumerarlas aquí. A mi vez, he continuado en la misma línea, con ulteriores pasos, en el espíritu de diálogo y amistad con los judíos que siempre me animó durante mi ministerio en Argentina.

La sintonía entre el Papa emérito y el Profesor Weiler se refiere en particular a temas de sustancial importancia: la relación entre la fe y la razón jurídica en el mundo contemporáneo; la crisis del positivismo jurídico y los conflictos generados por una extensión ilimitada de los derechos subjetivos; la correcta comprensión del ejercicio de la libertad religiosa en una cultura que tiende a relegar la religión al ámbito privado. El Papa Benedicto siempre ha considerado estos temas como temas centrales para el diálogo de la fe con la sociedad contemporánea. Y el Profesor Weiler no solo ha profundizado en ellos, sino que también ha tomado posiciones valientes, pasando, cuando ha sido necesario, del plano académico al de la discusión – y nosotros podríamos decir del ‘discernimiento’ – en la búsqueda del consenso sobre valores fundamentales y la superación de conflictos, en busca del bien común. Que los creyentes judíos y cristianos puedan estar unidos en esto es un signo de gran esperanza”.

“Por tanto, estos Premios, además de representar un merecido reconocimiento, ofrecen una indicación de líneas de compromiso, de estudio y de vida de gran significado, que generan nuestra admiración y piden ser propuestas a la atención de todos”, concluyó el Papa.

 

Entre los presentes en la ceremonia, estaban el cardenal Gianfranco Ravasi y el arzobispo Rino Fisichella, miembros del Comité Científico de la Fundación, los cardenales Francis Arinze, Tarcisio Bertone, José Tolentino de Mendonça y Walter Kasper, los arzobispos Georg Gänswein, Francisco-Javier Lozano, Agostino Marchetto, Franz-Peter Tebartz-van Elst y Emil Paul Tscherrig, el obispo de Bydgoszcz Krzysztof Stefan Włodarczyk, el ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno italiano Antonio Tajani, la presidenta emérita de la Corte Constitucional Marta Cartabia, representantes de la Comunidad judía, miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede y varios de los estudiosos galardonados con el Premio Ratzinger en años anteriores.

Con esta edición, ya son 26 las personalidades que han recibido el Premio Ratzinger desde 2011 hasta hoy, provenientes de 16 países diferentes: Alemania (7), Francia (4), Italia (2), Australia, Brasil, Burkina Faso, Canadá, Estonia, Grecia, Inglaterra, Líbano, Polonia, España, Estados Unidos, Sudáfrica y Suiza. Los ganadores del Premio no son solo católicos, sino también pertenecientes a otras confesiones cristianas: un anglicano, un luterano y dos ortodoxos, y ahora también uno de religión judía.